En el jardin de Zóez





Voltiando a lo místico...

Hace un par de semanas estaba, por cuestiones de trabajo, disfrutando de lugares muy especiales en mi querido cerro El Avila. Y un lugar en especial me llamó la atención... se trata del jardín de Zóez, conocido como el "Museo de las Piedras Marinas Soñadoras".

De entrada, un nombre así sorprende a cualquiera y lo prepara para entrar en un lugar diferente a los demás... y es así.

Recuerdo en mi adolescencia haber leído de este lugar en un reportaje de la extinta revista Pandora o en Feriado (no tengo tanta precisión sobre el medio). Y en aquel entonces, en mi época púber de noviecitas era como algo aspiracional poder convencer a alguien de ir allá (había que entrar en pareja) y segundo conseguir como llegar (esto queda un poco más abajo de Galipán en la ruta que baja a la Guaira - para esa época era una carretera muy rústica).

Y finalmente, luego de unos 14 años cosas de trabajo me llevaron allí, con el fin de presentar experiencias multimedia de los equipos N Series de Nokia ante periodistas y blogueros venezolanos.

Zóez es en verdad un personaje de novela. Es un hippie de 60 años que aparenta 40 y que tiene una peculiar fijación-obsesión con las mujeres. Por eso la regla de que hayan mujeres en el grupo. Pero luego que uno entra en su mundo (su jardín, su museo), termina reconociendo que lo que él hace es simplemente venerar la deidad femenina en cada respiro suyo, reflejado en cada obra que el ha hecho.

En ciertos momento asusta, uno voltea y por doquier aprecia representaciones de vulvas, o de senos, como los que acompañan su sueño de cada noche, pues él mismo ha construido su cama manteniendo esa devoción femenina quien sabe si atorado en una etapa preinfantil de amamantamiento, quien sabe si anhelando nunca perder el acercamiento a la mujer de su vida.

Reseñar mas en detalle sería como contarles el final de una película, asi que simplemente quiero invitarles a visitar este inlvidable monumento. Y cuando lleguen allá pidan hablar personalmente con Zóez en caso que los atienda alguna otra persona que les muestre el museo. Solo un verdadero artista sigue viviendo an cada una de sus obras como él lo hace.

Vive la femme!

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